lunes, 9 de mayo de 2011

El derecho a la educación de niños y niñas con discapacidad, por la regla y no la excepción *

El pasado martes 3 de mayo se cumplieron tres años de la entrada en vigor en nuestro país de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada en Naciones Unidas dos años antes, en diciembre de 2006.


En ella, considerada como el gran tratado sobre derechos humanos del siglo XXI, se señala en su Artículo 7 que “los Estados Parte tomarán las medidas necesarias para asegurar que todos los niños y niñas con discapacidad gocen plenamente de todos los derechos humanos y libertades fundamentales en igualdad de condiciones con los demás niños y niñas”.


Y también, en su Artículo 24, referido a la Educación, se establece que “los Estados Partes reconocen el derecho de las personas con discapacidad a la educación. Con miras a hacer efectivo este derecho sin discriminación y sobre la base de la igualdad de oportunidades, los Estados Partes asegurarán un sistema de educación inclusivo a todos los niveles así como la enseñanza a lo largo de la vida…”.


Por supuesto, cada país cuenta con su propia experiencia, pero en México aún estamos lejos de cumplir con lo establecido en la Convención, a través de un diseño y aplicación de políticas que permitan el acceso de niños y niñas con discapacidad a la educación, aunque es posible. Grandes historias como la de Esli , que documentamos el año pasado en Infoinclusión, dan cuenta de ello.


Por el contrario, noticias de cómo la que documentaron en El Universal Nurit Martínez y Cristina Pérez-Stadelmann, hace unos días, sobre recorte presupuestal en materia educativa que pone en riesgo el Programa de Fortalecimiento a la Educación Especial y de la Integración Educativa, nos muestran una realidad preocupante…


Es por eso que hoy quiero compartirles el siguiente testimonio. Se trata de un texto escrito por Ana María García Solís, mamá de Luis Francisco –buenísimo para las matemáticas, entre otras cosas–, quien en él nos acerca a la experiencia de ambos, en Guanajuato, en su búsqueda por un entorno educativo inclusivo.


Con este trabajo, emotivo pero no desde una postura de víctima, Ana María obtuvo el 1er lugar en la Categoría Padres y Madres, del 6º Concurso Nacional de Experiencias Exitosas de Integración Educativa 2010, aquí se los dejo: 


Sin brazos, pero con  alas


Paquito estaba listo para ingresar al jardín de niños, era un chiquillo vivaz, lleno de energía, y con mucho entusiasmo por la vida, como cualquier otro niño de 4 años, la diferencia era que él había nacido sin ambos brazos, debido a un trastorno genético llamado “amelía”;  así que desde pequeño le enseñé a hacer todo utilizando sus pies en lugar de ellos, él podía comer, dibujar, escribir, jugar y hacer casi cualquier cosa con ellos. Paquito sabía leer y escribir, incluso hacer sumas básicas a esta edad, así que nunca imagine que pudiera haber algún problema en su inicio en la vida escolar.


Estrategia didáctica no. 1  Tener altas expectativas en el desempeño escolar de nuestros hijos.  Si yo no hubiese creído que él podía hacer las cosas, seguramente no le hubiera infundido la confianza para hacerlas;  desde bebé siempre le dije.- tú puedes hacerlo.- y le daba su espacio, tiempo  y herramientas suficientes, no solo para intentarlo, sino para lograrlo. Todos los maestros deberían esperar grandes cosas de sus alumnos, creer en sus capacidades y trabajar en desarrollarlas.


La primera gran sorpresa nos la llevamos cuando nos comenzaron a rechazar en las escuelas sin siquiera hacerle una prueba o ver que era capaz de hacer, hubo 3 escuelas que lo rechazaron, que nunca vieron al futuro ganador de premios en matemáticas, lectura de auditorio y comprensión y declamación a nivel regional en que se convirtió, en lo único que se fijaron en ese momento fue en sus mangas vacías.


Todos esos directores me dijeron lo mismo.-  “llévelo a una escuela de educación especial, aquí no podemos recibirlo, no queremos que nuestros alumnos se atrasen, o,  sería mucho trabajo tener a un  niño así, no estamos preparados”. Yo no entendía el porqué de sus negativas ¿mucho trabajo? Si ya sabe leer y escribir, ¿atrasar a los demás? Si él ya tiene conocimientos avanzados  para su edad.


 Pero yo sabía bien de lo que se trataba todo, era una falta de conciencia en la integración de personas con discapacidades, eran mentes cerradas a la diversidad, era ese  apego enfermizo a lo que es “normal”, que es realmente algo absurdo si lo pensamos bien, rechazaban y se asustaban de alguien que se veía distinto, pero acaso, ¿no es lo normal el ser diferentes?


Las discapacidades físicas son solo características personales de un individuo, que no deberían marcarlo, ni estigmatizarlo, ni marginarlo,  imagine el lector que lleva a su hijo/a de 4 años a inscribir al kínder y la directora de pronto le dice- disculpe pero no podemos recibirla porque su hijo/a tiene el cabello muy chino, o los ojos muy grandes o la nariz muy chata, ¿no sería absurdo?


Sé que muchas personas dirán- pero ellos no podían negarle la inscripción, es contra la ley-  cierto, pero recordemos que más allá de nuestras leyes escritas está la práctica de esas normas, y esa práctica está en manos de personas que pueden o no estar capacitadas y preparadas para ello. Si esto nos sucedió  ciudades como  Morelia Michoacán y Acámbaro, Guanajuato, no me quiero ni imaginar en las pequeñas poblaciones marginadas.


Estoy totalmente convencida que en muchas comunidades remotas, existen niños con discapacidades que están encerrados en casa, en un rinconcito de una cocina pobre, sin conocer el universo maravilloso que puede ser un salón de clases, solo porque algún maestro sin ética y sin valores, les dijo  a sus padres que un niño “como esos” no podía estudiar ahí, con los niños “normales”.


Afortunadamente no todas las escuelas de nuestro país son así, pero por experiencia propia puedo decir que existe un gran rezago en materia de cultura  de la discapacidad en muchas escuelas, y que muchas de estas instituciones prefieren canalizar sus esfuerzos en la elección de un rey y reina de la primavera, que en darle la oportunidad de integrarse a la sociedad  a una persona con alguna discapacidad.


Paquito logró encontrar una escuela que vio en él, el potencial que tenía, recibiéndolo en sus aulas como a un niño más, que era todo lo que pedíamos, el poder ejercer el derecho a la educación que todo niño tiene.


* Este es un fragmento de mi más reciente post, publicado en Mundo D, blog que actualizo semanalmente en El Universal. En él también me referí a la falta de accesibilidad en el nuevo Senado y al incumplimiento en la publicación de la Ley General de Inclusión para las Personas con Discapacidad, aprobada en el Senado  en marzo pasado. Si quieres leerlo completo, solo tienes que entrar aquí.  


Katia D'Artigues / Infoinclusión

1 comentario:

  1. Hola , soy la mama de Paquito,me encanto el comentario de que no escribo desde una postura de victima, yo siempre he dicho que la lastima es otra forma de discriminación, si algo buscamos los familiares y las personas con discapacidad es que sean vistos desde un punto de vista igualitario,me fastidia la etiqueta "pobresito" , cada persona vivimos en la vida el rol que queremos tomar, no importa las circunstancias que esta nos imponga, asi que victimas? ni de telenovela, tenemos esta situacion especial en la vida y encaramos en mundo con todo el orgullo y la dignidad que poseemos, porque Paquito (como todas las personas con discapacidad) ocupa en esta sociedad un lugar importante y si es necesario pelear por ese lugar , lo hacemos, ganando cada dia mas espacio , yo tengo una conferencia , llamemosla charla que llamo "la cultura de la discapacidad" y cada vez que puedo me presento donde me lo permitan, aportando mi granito de arena para modificar esquemas y abrir el orizonte de oportunidades que se merecen, que todos merecemos.
    Gracias por publicar una parte de mi ensayo, les mandamos un abrazo, si Paqui también, porque no se necesitan brazos para abrazar con el corazón.

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